lunes, 19 de marzo de 2007

Porque el planeta no gira en un solo sentido

Te he reservado un espacio en mi universo personal, pintado con grandes dosis de descontrol transparente, empapelado de imaginación color azafrán y perfumado con el sabor de las gominolas.
Sin cerraduras, ni llaves, ni puertas…sólo un espacio más, donde las imágenes no mueren con cada amanecer y mi colección de horas buenas se encuentra clavada en los granitos de los relojes de arena, sin posibilidad alguna de evaporación.
Un lugar donde mis palabras son una prolongación más de mis brazos, diseñadas especialmente para que te envuelvan cuando no esté cerca y los besos adictivos no tienen principio ni final.
Donde para hablar no necesite más que refugiarme en tus pupilas o tú en las mías (enjoying the silence) y padecer de esquizofrenia cromática sentimental sea un sinónimo más de volar.

Pero algunas veces, cuando el sol deja de llorar y los cielos se escurren entre mis dedos, el alma tiembla por el frío de las gotas provocadas por las “dudas” y el fino polvo del “miedo” que nos invade, y nos perfora para mezclarse con la sangre, recorrer la oscura red de túneles interiores con cada efímera contracción mental hasta estremecernos; y al final exhaustos ya y con un último aliento, abrir puertas falsas en la memoria por donde escaparnos a hurtadillas.

Sé que el eco de los “peros” nos acecha agazapado entre alcantarillas de realidades obtusas, retrasando las manecillas del tiempo para jugar un segundo más con las sombras antes de untárnoslas a traición.
Así intuiré, que en las noches cuando mi epidermis sufra de despigmentación ocular masiva a causa de tu no-mirada, será la canalla de tu ausencia la que me susurre al oído que mi enfermedad es incurable.
Se acabarán los paseos en montañas rusas y los vestidos azules flotando al viento, pero me quedará la certeza de que las ciudades están pobladas de farmacias de guardia donde poder abastecer mi botiquín de tiritas y mis bolsillos de trocitos de vida envueltos en papel de caramelo.

Hasta entonces, no cerraré las cortinas sólo para evitar ver como el mar arroja a la playa restos de naufragios en pretérito perfecto, en futuro imperfecto o en probabilidades con aires de tormentas solares.
Mejor aún, colgaré bombillas de luna por el techo de mi habitación desnuda y sonreiré…mientras su luz cálida se derrama sobre tu silueta junto a la mía…porque aún me quedan 578 colores más por regalarte y un montón de buenos instantes para…

La imagen es un cuadro de Mark Rothko, Nº 12.

viernes, 2 de marzo de 2007

Deporte de riesgo



Hoy me envolveré en ti, en papel húmedo de celofán. Adentro los 120 grados centígrados, 100% de humedad y 200º de sensación térmica de tu piel adherida a la mía, provocando largo-circuitos en cadena.

Treparé por tu espalda, procurando no dejarme los dedos atascados en cada poro de tu dermis, y con cada latido que me regales, marcaré anclajes a desnivel del suelo para que sostengan mi aliento.
Y cuando llegue a tu cuello, aplicaré mi terapia de acupuntura de besos y lengua; ascenderé un poco más hasta tu oído y te arrojaré susurros imaginarios, como si en el universo no existiera más tiempo que el marcado por los relojes de sol en la noche.

Me hundiré en el agujero negro de tu ombligo y desde ahí, saltaré al vacío sin paracaídas, en forma de acto-reflejo iconoclasta, para asistir a tu coronación como rey del bacanal de mis sentidos.

Dejaré que las mariposas oculares paseen lentamente por tus manos y a medianoche, cuando nadie las vea, acudan al gran baile alrededor de tu nariz, acompasando tu respiración entrecortada.

Y mientras tanto yo, atacaré de costado desatando cada punto débil de tu fisonomía para atarlos después al hilo que nos quede de locura y coserlos a la cola del cometa más cercano.

Hoy me envolveré en ti, mañana será otro día.