Oscuridad, sólo oscuridad, sentado ahí, mientras sus arrugados dedos recorren cada tecla como antaño; leyendo entre líneas de márfil y ébano va arrancando suavemente sonidos que sólo él puede ver.
Su viejo piano le recordaba tanto a aquellas lecturas en "braille" que aprendió de niño y que iban más allá de lo meramente didáctico.
Apartó la pipa de su boca y el humo le rozó la nariz, agarrándose fuertemente a ella, sin intención de escapar.
Por la ventana abierta entraban voces y sonidos nuevos, bullicios de ciudad multicultural, andando lentamente se acercó y la cerró. No quería distracción alguna, su mente necesitaba calma , después de lo vivido ayer.
Se sentó otra vez, ahora sobre el mullido sofá buscando con sus manos el lugar de cada día; cogió tembloroso su pipa y el sabor de la madera añeja le invadió de nostalgia.
¿Por qué? volvió a preguntar. Y el silencio fue la única respuesta, como siempre lo había sido para sus ojos la nada...
